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El consejero bíblico


Me he arrepentido pero no puedo olvidar el pecado

por Jaime Mirón

Un problema que se escucha mucho en la sala de consejos es el siguiente: Una persona peca, se arrepiente de una manera bíblica, confiesa el pecado y recibe el perdón de Dios pero no puede olvidar el pecado y su recuerdo lo persigue.

Uno de los motivos principales por los cuales Jesús vino a la tierra fue para perdonar los pecados. Jesús mismo afirma: «Así que les demostraré que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados» (Mateo 9:6; ver Efesios 1:7). Las buenas noticias que proclamó Jesús fueron precisamente el perdón de pecados: «Hermanos, ¡escuchen! Estamos aquí para proclamar que, por medio de este hombre Jesús, ustedes tienen el perdón de sus pecados» (Hechos 13:38; ver Colosenses 1:14).

Es importante notar que fue el amor de Dios que lo impulsó a enviar a su Hijo para morir en nuestro lugar para que pudiéramos gozar del perdón de nuestros pecados: «Pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores» (Romanos 5:8). No se puede expresarlo mejor que el apóstol Pablo, él mismo siendo un pecado perdonado: «Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y porque aún no les habían quitado la naturaleza pecaminosa. Entonces Dios les dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros pecados» (Colosenses 2:13). El salmista agrega: «Se llevó nuestros pecados tan lejos de nosotros como está el oriente del occidente» (Salmo 103:12). Por eso el evangelio se llama «buenas noticias».

Tomemos el caso del rey David. Sus pecados son bastante contemporáneos: la lujuria, el adulterio, el asesinato y la mentira como encontramos descritos gráficamente en 2 Samuel 11-12. A pesar de que estos pecados fueron tan terribles, la Biblia relata el arrepentimiento del rey y el perdón de Dios en Salmos 32 y 51.

«1 ¡Oh, qué alegría para aquellos
a quienes se les perdona la desobediencia,
a quienes se les cubre su pecado!
2 Sí, ¡qué alegría para aquellos
a quienes el SEÑOR les borró la culpa de su cuenta,
quienes llevan una vida de total transparencia!
3 Mientras me negué a confesar mi pecado,
mi cuerpo se consumió,
y gemía todo el día.
4 Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí;
mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano. Interludio
5 Finalmente te confesé todos mis pecados
y ya no intenté ocultar mi culpa.
Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al SEÑOR»,
¡y tú me ...

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