Artículos

El consejero bíblico


Ayudémonos a crecer / Continuación

... El
sermón tiene un lugar importante en la vida de la iglesia, pero no es el
mejor estímulo para el aprendizaje.

¿Qué es, entonces, «ayudar a aprender»? No es tanto una «metodología» como
una manera de comprender la tarea de la enseñanza, una suerte de
«cosmovisión educacional». Voy a mencionar brevemente las que son, para mí,
algunas de sus características principales.

Primero, no vamos a hacerlo con las «multitudes». El Maestro de los
maestros predicó a las multitudes, pero explicó todo a un grupo reducido de
discípulos (Mr. 4:33, 34). Para crear un ambiente efectivo para el
aprendizaje necesitamos pensar en un grupo de hasta doce personas... o,
mejor aún, de seis a ocho, porque el aprendizaje dinámico requiere la
participación de los miembros del grupo. Hay un dar y recibir de parte del
grupo que no es posible si es numeroso.

Segundo, el encuentro debe basarse en el diálogo. Y no solamente un diálogo
entre el «maestro» y los miembros del grupo, sino que lo ideal es crear un
ambiente donde hay una interacción libre entre todos. Realmente conviene
que el encuentro sea más de tipo familiar que una «clase» formal, porque es
en el libre intercambio de ideas, en la discusión abierta, donde forjamos
nuestros conceptos y aprendemos a estar «siempre preparados a responder a
todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen...» (1 Pe.
3:15, Biblia de Estudio)

Además, la gran ventaja del diálogo para la persona responsable del grupo
es que sabe muy pronto hasta qué punto cada integrante comprende el pasaje
o tema que están estudiando. Esto da la posibilidad de corregir conceptos,
y agregar explicaciones en la marcha del encuentro.

Tercero, la meta debe ser estimular a los miembros del grupo a investigar, a
pensar en su fe. La mayoría de los creyentes tiene una fe de «segunda
mano». Es decir, han escuchado la verdad de Dios de parte de otras
personas, pero ellos mismos no saben tomar su Biblia y demostrar por qué
creen lo que creen. El discípulo maduro no solamente ha aprendido a
alimentarse con la Palabra de Dios, sino que tiene su fe basada en un
conocimiento propio del libro y no de lo que haya escuchado. Ya no depende
siempre de otros.

Una de las herramientas más efectivas para estimular la reflexión y
discusión es la pregunta. Por ejemplo, si digo al grupo que Dios es
espíritu, ...

Continuar leyendo