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Disciplinas libertadoras


Bendecir una ciudad / Continuación

... de otros miles. El dolor de los hospitales donde incontables enfermos sufren siempre. El dolor de las cárceles que nunca faltan. Y el peligro de los ladrones y malhechores. Poca gente se conoce entre sí y esa impersonalidad brutaliza a muchos.
Las emisoras de radio lanzan violenta música contra los oídos. La televisión mantiene los ojos de la gente pegados a las pantallas. Los cines siguen pidiendo a gritos que les venga a ver y oír. Todo esto puede ser bueno o malo para niños y jóvenes. Pero todo depende.... Y luego hay lugares peores. Lugares de ?vida nocturna?, donde en las tinieblas de la noche y con las luces bajas se hacen a escondidas cosas vergonzosas.
Los estadios traen una brisa de pureza al ambiente de la ciudad. Fútbol, básquetbol, béisbol en algunas ciudades, patinaje en otras. Todo ello maravilloso. Y allá están las oficinas de gobierno. Allí se dirige la vida ciudadana y hasta la vida de la nación.

LOS HABITANTES

Dentro de todos estos edificios, fábricas, escuelas, parques, casas, y edificios de apartamentos, hay miles de personas, miles de corazones, la mayoría no son felices, se sienten solos, vacíos, muchos desesperados. Hay entre esas familias muchas que no se dirigen la palabra sino entre gritos e insultos. Otros ya fueron abandonados por sus padres. El hambre carcome a las barriadas pobres y en las mansiones de los ricos la rebeldía de los hijos marchita la alegría que el dinero no puede comprar.
La gente de la ciudad es quien despierta nuestra compasión. Queremos verla renovada, cambiada, regenerada, feliz. ¿Quién puede tener la arrogancia de creer que puede cambiarla? ¿Hay alguna oferta de esto para la ciudad? ¡Yo se que sí!
¡Alcanzar una ciudad! ¡Bendecir a una ciudad! ¿Cómo podemos hacerlo? La respuesta es: la podemos bendecir, por encima de toda otra oferta, predicando a Jesucristo y su grandioso Evangelio transformador.
¡Hay poder en la proclamación de Jesucristo! Cuando se presentan ...

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