Artículos

El consejero bíblico


La fórmula bíblica para el discernimiento / Continuación

... en la Iglesia hoy día están siendo abrumados por el truco del «Caballo de Troya» mientras que otros son engañados por cualquier cosa que dice ser cristiana. No examinan todo. No se afierran a la verdad. Y no descartan lo malo. Son vulnerables a la falsa doctrina y no pueden defenderse de la fe atolondrada.
Una receta para el discernimiento
Dios nos ha dado la verdad de Su Palabra y nos manda que la guardemos y la pasemos a la próxima generación. Francamente, la generación actual está fracasando miserablemente en esta tarea. A menos que haya un cambio radical en la forma en que vemos la verdad, la Iglesia continuará perdiendo influencia, será cada vez más mundana, y se irá más y más hacia la fe atolondrada.
¿Cómo podemos cultivar el discernimiento? ¿Qué debe suceder para que la Iglesia corrija estas tendencias y recobre una perspectiva bíblica?
Desear sabiduría
El primer paso es el deseo. Proverbios 2:3-6 dice: «Si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia».
Si no deseamos el discernimiento, no lo tendremos. Si lo que nos importa es la felicidad, la salud, el dinero, la prosperidad, la comodidad y la satisfacción personal, nunca tenderemos discernimiento. A menos que estemos dispuestos a examinar todas las cosas cuidadosamente, no podemos esperar tener defensa alguna contra la fe atolondrada.
El deseo por el discernimiento es un deseo nacido de la humildad. Es la humildad la que admite la posibilidad de que nos engañemos a nosotros mismos (Jeremías 17:9). Es la humildad la que desconfía de los sentimientos personales y desprecia la autosuficiencia (2 Corintios 12:5). Es una humildad que nos lleva a la Palabra de Dios como autoridad final en todas las cosas (Hechos 17:11).
Nadie tiene toda la verdad. Yo ciertamente no la tengo. Mi corazón puede ser engañado igual que el de cualquier otro. No soy inmune a la decepción de Satanás. Todos somos iguales en este sentido. La única defensa que tenemos contra la falsa doctrina es discernir todo, sospechar de lo que nos dicen nuestros sentidos, examinar todas las cosas, verificar todas las posibles verdades con las Escrituras, y manejar la Palabra de Dios con gran cuidado.
El deseo de tener discernimiento, entonces, implica una gran estima ...

Continuar leyendo