... primer hombre fue un fracasado, a pesar de ser hijo de Dios (Génesis 3:1-7, Lucas 3:38). Posteriormente la nación de Israel vino a ser hijo de Dios (Éxodo 4:22), pero Israel fracasó también (Romanos 2:17-24). Por contraste, Cristo fue el hombre perfecto y el hijo perfecto (Hebreos 4:15, Mateo 3:17). Moisés, el primer líder y salvador de Israel, consiguió únicamente una salvación física (Éxodo 12-15); pero Cristo procuró una salvación perfecta y eterna (Hebreos 2:1-4, 5:8-9).
Los sacerdotes de Israel tuvieron que ofrecer sacrificios por sus propios pecados (Hebreos 7:27); y los sacrificios mismos nunca podían solucionar el problema del pecado (Hebreos 5:1-3, 10:1-4,11). Cristo, en cambio, fue el sacerdote perfecto ?«santo, inocente, sin mancha»? e hizo d sacrificio perfecto ofreciéndose a sí mismo (Hebreos 7:23-27).
David, aun siendo varón conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22), estaba lejos de ser el rey perfecto (2 S. 11, 24). Lo fue Cristo, mediante su sacrificio perfecto (Fil. 2:5-11). Los mejores de los profetas sabían que eran pecadores (Isaías 6:5, Dan. 9:20); pero Cristo fue el profeta perfecto, a quien hay que oír (Mt. 17:5).
El hombre más sabio de Israel, Salomón, hizo «lo malo ante los ojos de Jehová» (1 R. 11:6). Su sabiduría no le impidió pecar. Cristo, siendo sin pecado y perfecto en todos sus oficios, pudo encarnar la sabiduría verdadera y final de Dios: «justificación, santificación y redención» (1 Corintios 1:30).
Conclusión y aplicación
Las diez características que hemos considerado forman un cuadro más o menos completo. No es fácil tenerlas todas en cuenta cuando leemos las Escrituras. Pero a medida que lo logremos, acertaremos con nuestras interpretaciones y usaremos la Biblia de una manera correcta.
Nos toca ahora poner un ejemplo para dar una idea de como se reúnen estas características en el estudio de un texto dado. Las aplicaremos a Isaías 30:21, que dice: «Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es d camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda». Seguiremos un orden diferente. Pero empezaremos por el punto que siempre ha de ser el primero: la Biblia es divina.
La profecía de Isaías fue una palabra divina para tiempos del profeta. También lo es para hoy. Es una palabra fidedigna que debe aplicarse a nuestra situación. Esta convicción crucial tiene que ser nuestro fundamento y punto de partida. De lo contrario, se ...