... que yo soy Jehová que los santifico» (Ez. 20:12; ver también Ez. 20:19-20, Ex. 31:12-17).
Hay que tener en cuenta todos estos puntos y otros muchos al evaluar las enseñanzas bíblicas sobre el sábado. Debemos acumular toda la evidencia antes de pronunciarnos sobre la relación entre el sábado judío y el domingo cristiano, el uso correcto del domingo por los creyentes, y otras cuestiones de esta índole.
El uso selectivo se produce a veces como consecuencia directa de conocimientos superficiales de la Biblia. Lamentablemente, el pecado que mora en nosotros hace también que seamos propensos a entresacar pasajes por motivos que son, a fin de cuentas, puramente personales y subjetivos. Entonces lo que necesitamos es el arrepentimiento y la debida sumisión a la Palabra de Dios.
8. Perspectiva occidental
Inevitablemente leemos la Biblia con ojos españoles. Difícilmente nos situamos en los tiempos de los oyentes o lectores originales para poder entenderla como ellos la entendían. La distancia cultural e histórica es una barrera considerable.
Todos llevamos en la cabeza cierto «equipaje» intelectual y cultural según la época y el lugar en que vivimos. Interpretamos nuestras experiencias de acuerdo con el modelo mental que ha sido formado por este «equipaje». Así somos como seres humanos.
Pongamos una ilustración bíblica. Cuando Pablo y Bernabé estuvieron en Listra, Pablo sanó a un hombre que era cojo de nacimiento. La reacción de la gente fue: «Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros». A Bernabé le llamaban Júpiter y a Pablo, Mercurio (Hch. 14:8-12). O sea, interpretaron lo acontecido según el modelo de su propia religión griega que llevaban en la mente.
Del mismo modo, nuestro modelo mental influye con frecuencia en la interpretación de las Escrituras. Las leemos desde una perspectiva occidental del siglo XX. Dicho de otra manera, desarraigamos un pasaje de su escenario natural y original en la Biblia, y lo colocamos inconscientemente en un escenario ajeno.
Jesús dijo una vez a alguien: «Sígueme». La respuesta fue: «Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre» (Lc. 9:59). ¿Su padre acababa de morir? A primera vista, sí. En realidad, no.
Según la cultura del medio oriente, la expresión que se emplea aquí significa: «Déjame cumplir con mi deber familiar quedándome con mi padre hasta que él muera y sea enterrado; luego podré seguirte». Descifrando estas palabras, vemos que el hombre ...