... a un momento en su iglesia u organización en que debe elegir entre ser líder popular o profeta impopular. Tal dilema fue explicado por el Dr. A.C. Dixon, pastor de la Iglesia Moody en Chicago, y luego pastor del Tabernáculo de Spurgeon en Londres:
«Todo predicador debe ser principalmente un profeta de Dios que predica lo que Dios le pide sin considerar los resultados. Cuando es consciente de ser un líder en su iglesia o denominación ha llegado a una crisis en su ministerio. Debe elegir uno de dos rumbos: ser profeta de Dios o ser líder de hombres. Si desea ser profeta y líder, probablemente fracase en ambas cosas. Si decide ser profeta en cuanto no menoscabe su liderazgo, se convierte en una persona diplomatica y deja de ser profeta por completo. Si decide mantener el liderazgo a cualquier precio, fácilmente cae en ser como un político que maneja las cosas para lograr o mantener un puesto».
Por cierto no hay una dicotomía tan marcada entre los dos roles como sugiere el Dr. Dixon, y una cosa no necesariamente excluye la otra. Pero puede ocurrir una situación en que uno debe elegir entre un ministerio espiritual y un liderazgo que no permite este ejercicio. Aquí está el peligro.
El Dr. Reuben A. Torrey, a quien Dios usó al comienzo del siglo para el avivamiento de la mitad del mundo, tuvo que luchar con tal decisión. El Dr. Dixon dijo de él:
«Los miles que han oído al Dr. Torrey conocen el hombre y su mensaje. Ama la Biblia, y creyendo que es la Palabra de Dios infalible, la predica con gran convicción. Nunca transige. Ha elegido ser un profeta de Dios en lugar de ser un mero líder de hombres, y ése es el secreto de su poder con Dios y los hombres».
Samuel Logan Brengle fue uno de los grandes líderes del Ejército de Salvación. Siendo un hombre de estudios además de tener increíble poder espiritual, describió el camino a la autoridad espiritual y al liderazgo en estas palabras:
«No se logra por promoción, sino por medio de muchas oraciones y lágrimas. Es el resultado de la confesión del pecado, de mucha búsqueda de corazón y humildad ante Dios, de someterse, de un sacrificio valeroso de todo ídolo, de abrazar la cruz con valor, sin transigir ni quejarse, y de tener la mirada constantemente puesta en Jesús crucificado. No se logra buscando grandes cosas para nosotros mismos, sino, como Pablo, considerando las cosas que consideramos provechosas como si fueran basura para Cristo. Este es un gran precio, pero debe ser ...