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El consejero bíblico


¿Quién tenía la razón, Pablo o Bernabé? / Continuación

... proponer que siempre hay consecuencias cuando la unidad de los creyentes se quiebre. Usted dirá: «¡No es para tanto!».

¡Es para tanto! Jesús oró: «Que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste» (Jn. 17:21-23).

Como Pablo y Bernabé, a veces estamos tan ocupados en cumplir con nuestros deseos y pasiones cristianos que no nos preocupa la unidad; pocas veces somos diligentes en preservarla y como cristianos terminamos con un fuerte altercado. Veamos algunos principios que pueden ser de ayuda la próxima vez que se aproxima un paroxismo.

Primero, las disputas generalmente son resultado de la soberbia y no de la pasión espiritual. Piense en la última vez que se enfadó con otro creyente, usted estaba apasionado con lo que creía: «Sólo tengo que decir lo que yo tengo que decir porque tengo razón». No son las diferencias las causantes de los conflictos sino lo que tenemos en común: la falta de humildad ante el Señor y el creernos superiores a los demás.

Segundo, cuando no nos sometemos a la unidad del Espíritu, nuestra mayor fortaleza se convierte en nuestra mayor debilidad. Pablo era una persona lógica con una menta clara y muy definida. En el libro de Romanos vemos la forma en que expone su lógica sobre las grandes doctrinas de la justificación por gracia por medio de la fe. ¡Qué habilidad! Sin embargo una habilidad no sujeta al Espíritu Santo se convierte en arma de la carne. Cuando Pablo discutía con Bernabé, exponía sus razones sin pensar en la unidad.

Bernabé hizo lo mismo pero de una óptica muy diferente; quería llevar a Marcos y punto. No deseaba ser molestado con razonamientos.

Tercero, cuando haya conflictos nuestro objetivo debe ser el amor vestido de humildad. Nuestro modelo es Cristo. «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres» (Fil. 2:5-7).

Cuarto, durante una disputa mientras comenzamos a ver que las cosas se acaloran, consideremos nuestras debilidades como persona y no la supremacía de nuestra ...

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