... tiene un propósito y tengo que saber cuál es.
Esa experiencia no solo condujo a la creación de nuestro equipo sino que también hizo que me diera cuenta de que tenía que caminar más humilde con mi Dios. Me sacudió y demolió todo orgullo por mis habilidades, mi gracia o mi capacidad para ganarme a la gente. Dios sí tenía un propósito en lo que permitió que sucediera... y él quería que lo descubriera.
4. Pasa tiempo a solas con Dios.
Muchos de nosotros decimos que no tenemos tiempo para orar; pero el desempleo lo cambia todo. De pronto tenemos todo el tiempo del mundo.
Si estás sin trabajo, te recomiendo que dividas tu día en distintos segmentos. En el primer segmento, pasa dos horas a solas con Dios de rodillas. Lee y estudia su Palabra, ora y alábale. Recuerda lo que el apóstol Pablo decía acerca de la Escritura: «De hecho, todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza» (Romanos 15:4).
Emplea ese tiempo para desarrollar un corazón para Dios, para nutrir una relación tierna y sensible con Él. El sufrimiento puede amargarte y alejarte de Dios o acercarte a Él y permitirte entender mejor su mente y su corazón. Así que escucha a Dios y si es necesario, llega al exceso con la Biblia, la oración, un cuaderno y nada más. Desecha todos los demás libros (incluso este) y propónte pasar tiempo a solas con Dios. Dile: «Señor, creo que tienes un propósito para mí. Dime cuál es. ¿Qué debo aprender de todo esto? ¿Qué estás tratando de enseñarme? Estoy atento; la antena está lo más alto posible».
Este no es el momento de protestar contra Dios. Los tiempos de crisis deberían ponernos de cara al piso y movernos a confesar: «Señor, aquí hay algo que aprender, estoy escuchando con atención. Soy un esclavo humilde. Quiero aprender todo lo que necesito porque no quiero pasar de nuevo por esto». En vez de quejarte, discutir o protestar, cierra la boca. Como dijo David: «Vigilaré mi conducta, me abstendré de pecar con la lengua, me pondré una mordaza en la boca» (Salmo 39:1).
Al pasar tiempo a solas con Dios a través de su Palabra, mantén tu corazón abierto y deja que el Espíritu Santo te señale los ámbitos que necesitan trabajo o los nuevos rumbos que quiera que tomes. Ante todo, manténte abierto a las «cosas nuevas» que él quiera que hagas en tu vida. El no hacerlo puede dar por resultado largos años ...