... a papá o a la televisión?» La respuesta, profundamente inquietante, fue que el 44% de los niños preferían la televisión antes que a su padre. Sus argumentos eran conmovedores: «La televisión siempre está en casa, mientras que papá no está nunca». «Mi televisión está disponible siempre que yo quiero, mientras que mis padres están siempre ocupados». Queremos llamar la atención a un fenómeno particularmente importante: La televisión a la hora de la comida. En las generaciones de nuestros padres y abuelos, los problemas familiares se ventilaban «a la hora de comer». «Ya hablaremos en la comida», era una frase sencilla pero extraordinariamente rica. La comida ofrecía un foro natural donde padres e hijos, esposo y esposa hablaban con espontaneidad de los avatares de la jornada. Hoy en día alrededor de la mesa ya no se habla, sólo se oye la voz del intruso, de la «abuela electrónica» que ha invadido la intimidad familiar. Muchas tensiones podrían aliviarse si el televisor estuviera apagado a la hora de comer. En la intimidad de la consulta no pocos jóvenes me han compartido cuánto odiaban el televisor porque les había robado a sus padres, les había despojado del único momento de comunicación con ellos. Frases parecidas las he escuchado de labios de esposas o esposos con relación a sus cónyuges. ¿Difícil es apagar la televisión durante las comidas? ¿Es que hay miedo de enfrentar con naturalidad los conflictos del día? Nuestra recomendación encarecida, y muy sencilla, es que ninguna familia debería tener la televisión encendida a las horas de las comidas. Es más, el aparato de televisión debería estar ubicado, a ser posible, en otra habitación de la casa. Por desgracia, las reducidas dimensiones de las viviendas actuales no permiten muchas veces esta posibilidad. Pero habría que hacer lo posible por salvaguardar la hora de la comida como momento supremo de comunicación familiar.
Un problema relacionado con el anterior es la «guerra de los canales» que se da en las familias. El padre quiere ver un programa, el hijo se enfada porque desea otro, y la madre protesta porque su programa nunca se le respeta. Estas tensiones familiares por la oferta televisiva se han solucionado en Estados Unidos de una manera muy práctica: cada miembro de la familia, incluso los adolescentes, tiene su propio aparato de televisión en el dormitorio. De manera que al silencio durante las comidas se le suma el aislamiento durante el resto de horas en casa. Así, la habitación se convierte ...