... expresa: "Si te portas mal, ya no te voy a amar". Aun peor: "Dios no te va a amar si te portas mal". El niño se siente rechazado junto a su mal comportamiento, o amado y aceptado solamente cuando se porta bien. Sería mejor decir: "Te amo pero no apruebo tu comportamiento, y porque te amo, te voy a disciplinar".
Las dos citas bíblicas que siguen sirven como ejemplos de cómo es posible amar a una persona sin estar de acuerdo con su conducta.
El amor al creyente. "Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados" (1 Pedro 4:8). La persona es amada y recibida a pesar de sus faltas y pecados.
La desaprobación del comportamiento. "Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino salvará de muerte su alma, y cubrirá multitud de pecados" (Santiago 5:19-20). La conducta (pecaminosa) es rechazada porque el amor "no se goza de la injusticia".
Es imperioso mantener una actitud de amor entre los miembros de la familia. Los hijos necesitan mucho amor y afecto porque desde su nacimiento son sensibles a las actitudes -buenas o malas- de sus padres. De esa manera aprenderán que la disciplina es necesaria para su desarrollo integral, aunque por el momento no entiendan todo. Aprenderán gradualmente que la disciplina forma parte del amor y, además, aprenderán cómo es posible rechazar el mal comportamiento sin rechazar a la persona.
El reto para los padres es precisamente mantener equilibrio entre dos extremos. Me refiero, por un lado, a los padres que castigan a sus hijos en el calor de una ira descontrolada y lo llaman disciplina. Tal vez así fueron criados los padres, tal vez desean desquitarse con los hijos, o quizá no quieren molestarse con el esfuerzo que requiere la verdadera disciplina.
Por otro lado, hay padres que consienten a sus hijos en nombre del amor. Pareciera el camino fácil porque evita sentimientos de culpa y temor en los padres, que creen que los hijos nunca deben sufrir. Sobreprotegen a los hijos, supuestamente de todos los peligros y males del mundo. Como en todo caso donde falta la disciplina del Señor, no enseñan a los hijos a ser responsables. Porque éstos nunca aprenden disciplina, tiende a desarrollarse en ellos una dependencia y egoísmo que repercute por muchos años, y tal vez por toda la vida. Se les hace difícil tomar decisiones, y no llegan a la adolescencia ...