... Dios nos libre, somos fariseos, personas que desean agradar a los hombres, deseosos de cubrir nuestro pecado de modo que otros piensen bien de nosotros. Como Eva en el huerto del Edén, la aconsejada se trata de cubrir con hojas de higuera. «No me vean como realmente soy». Sólo el corazón humilde, transparente y confiado que se abre ante el Señor y ante otros podrá librarse de esta esclavitud. Para eso, ella debe comprometerse a confesarle todo atracón o «purga» a su esposo (si es casada) o a sus padres, amigos o al consejero o pastor. Hay que dejar de tapar la realidad. Ella debe comprometerse a poner por escrito durante cierto período de tiempo (tal vez seis meses, por ejemplo) toda la comida que come.
No hay ningún mandamiento bíblico que nos ordene ser delgados. Hay mandamientos para que glorifiquemos a Dios con nuestro cuerpo, para que vivamos con dominio propio, para que hagamos todo para gloria de Dios y para agradarle, pero no hay un mandato a ser delgado. Cuando la bulímica expele lo comido, está procurando una meta que no es bíblica. El objetivo adecuado no es simplemente tener una buena apariencia externa (aunque por cierto no hay nada de malo con una apariencia exterior agradable) sino agradar a Dios con un corazón que está sujeto a Él. Amar y procurar el estándar del mundo, una hermosa apariencia exterior y procurar obtener aprobación por medio de la apariencia física, no deben tener cabida en el corazón del creyente. Juzgarnos a nosotros mismos o a otros de acuerdo a la carne es pecado.
En vista de que la aconsejada está obsesionada por cómo la ven los demás, a menudo va a criticar y a juzgar a quienes tienen problemas controlando su peso. Tal vez ella sea como el fariseo de Lucas 18, a quien Jesús describió de la siguiente manera: «A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta parábola». Pregúntele a la aconsejada cómo ve a otros que tienen kilos de más. ¿Acaso se complace cuando los demás le dicen que a ella se la ve hermosa? También quizás le agrade flirtear (el pastor debe tener en cuenta esta propensión). A ella se le debe enseñar que conscientemente debe humillarse, empezar a ver a otras mujeres «gorditas» como hermanas (no rivales) por las que debe orar, y que debe considerar a los hombres sus hermanos, no sus conquistas. En otras palabras, ella debe aprender a amar a su prójimo como ya se ama a sí misma. Las tareas que prescriba el pastor o el consejero ...