... valientes (1 Cr. 11:41), pensando que éste llegaría de la guerra ardiendo de deseos de poseer a su mujer. Sin embargo, Urías rehusa ir a verla, porque era hombre íntegro y no quería privilegios, aun cuando fueran extendidos por el rey y estuvieran acompañados de soborno (2 S. 11:8). (d) David, entonces, embriaga a Urías, pensando que el soldado cedería y el adulterio de David quedaría encubierto. Ni así Urías vuelve a casa. (e) El pecado de David llega a su grado máximo de complicación: manda colocar a Urías en la línea del frente de batalla para que muera. (f) Y cuando David se entera de que Urías murió, deja que la viuda llore por él, y luego la manda a buscar, como otro de sus trofeos. Y todo comenzó con un descuido de David.
¿Consecuencias? (a) la criatura nacida del adulterio murió; (b) Absalón, hijo rebelde de David, cohabitó con las concubinas de su padre a la vista de todo el pueblo; (c) la serie de muertes en la casa de David se desencadenó cuando Absalón mató a su medio hermano Amnón; y (d) Salomón, a pesar de ser sabio y bendecido por Dios, siguiendo el ejemplo de su padre, tomó muchas mujeres y acabó siguiendo a otros dioses.
Pero ¿cuál es el objeto del enemigo? Por supuesto seducir al creyente a pecar, presentándole una tentación que pareciera irresistible en el momento oportuno.
Consideremos las cosas desde otro ángulo. Satanás sabe, además, que el ser humano posee la capacidad de adquirir hábitos fácilmente. Un hábito es un movimiento, pensamiento o reacción, hecha vez tras vez, hasta que a uno se le pega. Una vez adquiridos, ciertos hábitos pecaminosos son difíciles de romper. Es así con la codicia. Note lo que relata 2 Pedro 2:14: Tienen el corazón habituado a la codicia (RV). El diablo conoce bien tanto el corazón del ser humano como lo que las Escrituras dicen acerca de él. El enemigo sabe que el sexo no es como otras tentaciones sino que pide más y más para satisfacerlo. La meta de Satanás es inducirnos a formar hábitos que nos alejen de Dios, e inducirnos a dudar del poder de Dios para ayudarnos a vivir en victoria.
Hemos visto tanto hombres como mujeres bajar la guardia (proveer para los deseos de la carne) en las siguientes maneras:
1) Ausencias prolongadas. En cada país donde ministramos la Palabra de Dios, por lo menos una dama acude a nosotros con el mismo problema. El esposo se ha mudado a otra ciudad o a otro país por razones económicas, alegando que una vez establecido la llamaría. Pero el hombre ...