Artículos

El consejero bíblico


El poder de nuestras palabras / Continuación

... todos los días.

1. Hablar redentivamente comienza por reconocer la batalla interna (lea Gá. 5:16-17). Nunca deberíamos permitirnos ver a nuestro cónyuge, padres, hijos, hermanos o amigos como enemigos. Cuando lo hacemos, nuestra meta siempre es ganar, y redentivamente hablando, siempre perdemos. Hay solamente un enemigo que nos avergüenza, manipula, tienta, engaña y maquina cómo distraernos para que olvidemos la batalla real y nos entreguemos a los deseos de la naturaleza pecaminosa.

2. Hablar redentivamente significa no satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa cuando hablamos (ver Gá. 5:16). Todos batallamos con deseos pecaminosos. Cuando algo pasa, la primera reacción es culpar a otros o librarnos de nuestra responsabilidad. Recordamos a menudo todas las veces que esta persona nos ha fallado o deseamos que sufra como nosotros lo hicimos. Quisiéramos ver a esta persona fracasar en su relación con otros. Nos sentimos celosos cuando alguien es apoyado y no somos nosotros los que recibimos esa atención que creemos merecer y deseamos que quien nos ha fallado, sufra todas las calamidades que nosotros hemos padecido. Hablar redentivamente significa decir «no» a la comunicación que nace de esos deseos.
3. Hablar redentivamente significa rechazar mis comentarios a todo aquello que sea contrario a lo que el Espíritu Santo está buscando producir en mí y en otros (lea Gá. 5:16-18). Como cristianos, lo más importante es la culminación de la obra de Dios tanto en uno mismo como en otros. Nunca deberíamos ser un obstáculo de la obra divina que se lleva a cabo en esos breves instantes de la vida. Es en esos momentos cuando Dios lleva a cabo su obra de santificación. Y ahí, mi responsabilidad como cristiano es ser un instrumento útil en sus manos. Cuando hablamos conforme a los deseos pecaminosos, nos estamos comunicando en una manera que es contraria a lo que el Espíritu Santo busca producir tanto en mí como en los demás.

4. Hablar redentivamente involucra una disposición para examinar qué fruto de la naturaleza pecaminosa está surgiendo de mis labios (lea Gá. 5:19-21). Para poder no dar lugar al enemigo debemos estar dispuestos a poner nuestras palabras bajo el escrutinio del espejo que es la Palabra de Dios. Buscaríamos como dice el Salmista, que sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón para ser agradables a los ojos del Señor (Sal. 19:14). Buscaré en mi vocabulario tendencias partidistas, disensión, ...

Continuar leyendo