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El consejero bíblico


Ayuda para bulímicos parte 2 / Continuación

... incluir: descubrir hechos importantes o interesantes en cuanto a otras mujeres, y aprender a hablar del Señor, confesarles a ellas su orgullo pecaminoso y sus desenfrenos, y orar con ellas.

3. Un deseo de salvarse a sí misma de los pecados.
Creo que la «purga» en cierta manera es un acto de penitencia o autoflagelación. Ella está tratando de compensar o expiar su desenfreno pecaminoso. En sí misma, esta penitencia es pecaminosa pues deja al descubierto un corazón que confía en esfuerzos propios en vez de confiar en Cristo y en su provisión divina. La piedra de tropiezo de la cruz radica en el hecho de que no nos podemos salvar a nosotros mismos. Todo intento de hacerlo es como pisotear la preciosa sangre de Cristo. Se debe dedicar tiempo a hablar sobre la diferencia entre arrepentimiento y penitencia. Estudie con la aconsejada Filipenses 3:7-9: «Todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús mi Señor? [para encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley?»; y Gálatas 2:16: «? nadie es justificado por las obras que demanda la ley». Sea que ella esté sirviendo a la antigua ley o a su legalismo personal, cuando trata de servir a la ley y no a la gracia, ella no está avanzando en su caminar con Cristo.

Importantes temas para las sesiones de consejo son el humilde arrepentimiento y la confesión, incluyendo pasajes como 2 Corintios 7:9-10, que contrasta la diferencia entre pesar mundano y arrepentimiento piadoso.


4. Pereza y deseo de soluciones instantáneas
Tome nota de cómo Proverbios vincula la pereza con los antojos. «El perezoso ambiciona, y nada consigue», y «La codicia del perezoso lo lleva a la muerte, porque sus manos se niegan a trabajar; todo el día se lo pasa codiciando». La aconsejada deberá entender que optar por atajos, la manera cómoda y perezosa (la purga), sólo conducirá a más y más codicia y antojo (el atracón), y finalmente la muerte. Habrá cambios en la vida de ella cuando diligentemente se acostumbre a dejar hábitos de desenfreno y practique un sabio régimen de comidas, viviendo con gratitud y oración, no con amargura y ansiedad. Este proceso de santificación no es sólo cuestión de incorporar ciertos hábitos específicos de comida. Incluye eso, sí, pero se debe dar un cambio a muchos niveles y en muchas áreas de la vida. Además, este cambio no se dará de la noche a la mañana sino que será una progresión lenta pero continua ...

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