... con ninguno de los cuatro partidos.
El problema no consiste tan sólo en la diferencia de opiniones, sino en la actitud de creyentes contenciosos y engreídos que asumen posiciones de supuesta infalibilidad y actúan con peligrosa autosuficiencia y agresiva intolerancia con los que tienen otro criterio. Buscan o forman grupos que los apoyen, sin clamar a Dios para buscar su dirección ni someterse al gobierno del Espíritu Santo. Dado que los grupos de Corinto admiraban a hombres sabios, Pablo les dijo: «Cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios» (1 Co. 2:1-5). Cuando los movimientos religiosos se fundan en la supuesta sabiduría humana, carecen del verdadero poder de Dios. Para superar las divisiones, el apóstol enfatiza al fin de la segunda epístola: «Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros» (2 Co. 13:11).
La fórmula para resolver un conflicto
He leído que «un conflicto en una iglesia saca a relucir lo mejor y lo peor». ¿Qué es lo mejor? La actitud de los pacificadores. «Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt. 5:9). ¿Qué es lo peor? La pérdida del dominio propio «Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda» (Pr. 25:28). Al respecto, Santiago exhorta «mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios» (Stg. 1:19-20).
La fórmula para resolver un conflicto es el amor. Según la Palabra de Dios, «el amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co. 13:4-7). Ese amor es fruto del Espíritu Santo (Gá. 5:22-23), NO «del cristiano». Si somos cristianos verdaderos, el Espíritu ...