... sospechas de cada cosa que yo hacía como pastor. Detestaba que él hubiera destruido los sueños que yo tenía en el ministerio y para nuestra congregación. Odiaba la arrogancia de su rostro. Yo no quería lidiar con él, ¡yo lo quería fuera de mi vida! Lorena estaba en lo cierto. Yo no estaba en condiciones de ser un instrumento del Espíritu Santo en la vida de Pedro. Necesitaba primero enfrentarme conmigo mismo, examinar mi corazón, confesar mi pecado y estar dispuesto a hablar de modo que fuera consecuente con el fruto del Espíritu Santo. Mientras examinaba mi corazón descubrí que había ahí mucho más que necesitaba ser cambiado.
Mi problema no era solamente aversión y enojo; se trataba de pecados a fondo, los cuales habían sido motivados no por celo en el trabajo del Señor sino por mi sueño personal. Yo había soñado iniciar un ministerio en un área particularmente difícil y llegar a tener éxito como ningún otro, para ser altamente respetado por una creciente congregación y más tarde por toda la comunidad cristiana. Mi sueño era tener una iglesia numerosa, con un edificio de enormes instalaciones y que llegara a ser la iglesia de mayor influencia en la región. Y lo mejor de todo era que yo sería visto como la figura central.
Detestaba a ese hombre porque él estaba en lo cierto. No que actuara en la manera correcta al manifestar sus preocupaciones acerca de mi ministerio, pero tenía razón en cuanto a mi orgullo; me gustaba ser el centro de cada reunión. Era verdad que yo tenía la palabra final en cada asunto y me sentía frustrado cuando alguien se atravesaba en el camino de mis novedosos programas e ideas.
Este hombre que yo aborrecía fue el instrumento de rescate en las manos del Señor. Por medio de Pedro, mi egoísmo y mis arrogantes sueños fueron revelados. Comencé a sentirme agradecido por el mismo hombre al que había odiado. No que estuviera agradecido por su pecado sino por la manera como Dios lo había usado en mi vida. Empecé a escucharlo y a darme cuenta que había cosas que Dios quería enseñarme aún por medio de este áspero mensajero.
Caminar en el Espíritu no solamente quiere decir ser consecuente con lo que el Espíritu Santo está haciendo en mí, sino que significa hablar en una manera tal que motive el crecimiento del fruto del Espíritu en otros.
Francamente, antes de que mi esposa me lo dijera, yo nunca había considerado ser una herramienta que el Espíritu Santo pudiera usar para producir fruto en la vida de Pedro? de hecho, ...