... la manera más grandiosa en que Dios puede mostrarnos su amor.
A medida que usted se dirija con el aconsejado hacia un entendimiento más profundo de los propósitos de Dios, es prudente mantenerse alerta con los adversarios: el mundo, la carne y el diablo. El mundo continuamente afirma que éste es el único hogar que tenemos y que merecemos ser libres del dolor mientras estamos aquí. La carne se deleita en ser autónoma y se resiste a sujetarse a la voluntad de Dios. Y refiriéndose a nuestras circunstancias, el diablo constantemente declara que ellas son evidencia de que Dios no es realmente bueno, y de que Dios no es amor. Con tales adversarios resulta evidente que no se puede librar la batalla sin las oraciones del pueblo de Dios.
El sufrimiento deja al corazón en descubierto. Una de las maneras en que Dios pone en detrimento a estos enemigos es utilizando el sufrimiento para poner al descubierto nuestro corazón. El sufrimiento es una presión que puede agobiarnos, revelando ya sea fe, o bien falta de fe y pecado, cosas que anteriormente habían estado escondidas. Las dificultades ponen a prueba nuestra fe (Stg.1:2). Como dijo Lutero: ?La lealtad del soldado se comprueba durante la batalla?. Dios usa el sufrimiento ?para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos? (De.8:2). Esto no significa que la causa del sufrimiento es siempre el pecado de la persona. Los consejeros de Job se equivocaron, porque Dios usa el sufrimiento para revelar a aquellos que ama y para purificarlos.
Tal vez usted haya oído a cristianos que refiriéndose al sufrimiento afirmaron: --Fue justo lo que necesitaba.
Se refieren a cómo en el sufrimiento a menudo se revela pecado. Se necesitó el sufrimiento para enseñar dependencia de Dios y no de uno mismo. Nadie siente gratitud por graves enfermedades, por un cónyuge no comprometido con el matrimonio o por una tragedia, pero muchos aprendieron a estar agradecidos y aun gozosos por el entrenamiento espiritual a que inducen estas circunstancias. Si nuestra carne pecaminosa no queda continuamente al descubierto, en forma gradual nos vamos convenciendo de que no hay ningún problema en nosotros. El alarmante peligro de esta manera de pensar es que el evangelio de Cristo se convierte en poco más que un obsequio bonito de parte de Dios a quienes parecen tener el visto bueno divino. Ya no se considera lo que en realidad es: el evangelio de gracia para mendigos desesperados.
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