... dos cosas las que yo deseaba: probar que él estaba equivocado, y entonces, que se fuera de la iglesia.
Cuando al fin hablé con Pedro, Dios me dio un genuino amor por él y cambié radicalmente mis planes. Ya no más deseaba «ganar». Verdaderamente quería ser usado por Dios para que se desarrollara el fruto del Espíritu en Pedro.
¡Pedro acudió a la cita listo para la batalla! Fue claro que él había preparado sus armas y afinado sus defensas. Pero no hubo una batalla. Le dije que estaba agradecido por su discernimiento y que a través de él el Espíritu Santo me había revelado las intenciones de mi corazón y entonces le pedí perdón. Él rápidamente replicó: «Pablo, yo también he estado equivocado. Te he odiado y he buscado cada oportunidad para criticarte. Yo necesito que me perdones». La noche que Pedro y yo hablamos en el lenguaje del Espíritu Santo, el Espíritu produjo un nuevo crecimiento en cada uno de nosotros. Pero todo había comenzado con mi esposa quien me animó a examinar mi corazón antes de que yo confrontara a Pedro.
7. Hablar redentivamente significa no darle lugar a las pasiones y deseos de la naturaleza pecaminosa (leer Gá. 5:24 y 16). Ponga cuidadosa atención a las palabras del versículo 24: Los que son de Cristo han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. Este pasaje nos dirige a considerar un aspecto del evangelio que con frecuencia se omite. El evangelio es un mensaje glorioso de consolación, de perdón de pecados, de ser librados de la condenación, de reconciliación con Dios y de una eternidad garantizada. Pero, el evangelio es también un llamado a desprendernos de la vida que es conforme a los apetitos de la naturaleza pecaminosa de modo que podamos vivir para Cristo. Y este compromiso de una vida consagrada no puede ser vivido sin la llenura del poder de Cristo en todos los aspectos de nuestras relaciones y situaciones. No hay otro lugar donde este compromiso sea más necesario que en el área de la comunicación con aquellos que nos rodean. Si fuéramos humildes y honestos admitiríamos que mucho de lo que decimos está dirigido por las pasiones y deseos de la naturaleza de pecado y no por nuestro compromiso con la voluntad y obra de Cristo. El resultado es una cosecha de fruto nefasto que se refleja en relaciones rotas y en un incremento de complejos problemas no resueltos. Hablar palabras surgidas de las emociones y deseos de la carne, es rechazar que somos libres en Cristo del dominio del pecado.
Hablar ...