... angustias de mi corazón cada día? (Sal.3:1-2a. Ver también 6:2,3; 10:1; 22:1; 88:3,6)
De manera que el punto de partida del aconsejamiento es estar junto a los que sufren y animarlos a hablar de sus sufrimientos --hablarle tanto al consejero como a Dios.
¿Pero qué si los aconsejados se lamentan y quejan o muestran su enojo? ¿Debemos en ese caso animarlos a poner palabras a sus silencios? Si leemos los Salmos, probablemente veremos que Dios da mucha más libertad de lo que cree la mayoría. Él nos da palabras para decir cosas que algunos considerarían casi blasfemas. Sin embargo, existe el lamento malo y el lamento bueno. El malo es el clamor de alguien que no reconoce quién es Dios. Es el llanto del corazón egoísta que dice: ?Debes satisfacer mis necesidades?, un llanto donde la preocupación máxima no es la gloria de Dios sino el alivio del sufrimiento. El lamento malo no cree en las promesas de Dios sino que gime y se enfurece contra Dios.
El lamento bueno pregunta: ?¿Por qué me has abandonado?? pues hay conocimiento de Dios. Este lamento viene de un corazón que conoce a Dios y conoce sus promesas, y que está desconcertado porque Dios parece estar lejos.
--¿Cómo explicar esto si mi Dios es el Dios fiel de Abraham, Isaac, Jacob, Israel y Moisés? --exclama la persona que sufre.
Los lamentos buenos son los clamores de fe ligados a un deseo de conocer a Dios. Son lamentos y apelaciones ante Dios, no contra Dios.
¿Qué puede hacer usted cuando estos lamentos de los que sufren son más lamentos malos y no lamentos buenos que surgen de la fe? Imite a los salmistas en los Salmos. Formule los lamentos de modo que se vayan conformando más y más a la manera en que Dios nos enseña a verbalizar los silencios de nuestro corazón.
En vista de este incentivo a hablar, ¿qué podría llegar a oír usted cuando alguien expresa con palabras angustiosos silencios? Es posible que usted oiga una compleja mezcolanza de emociones. No será una progresión lineal de emociones que pase por la negación, el enojo, el tratar de llegar a un acuerdo, la depresión y hasta la aceptación. Será como fragmentos de una hoja de vidrio que se ha hecho pedazos. Puede haber docenas de experiencias simultáneas, incluso contradictorias.
Por ejemplo, consideremos el caso de una mujer contra quien alguien ha cometido un pecado sexual. Ella puede tener miedo, estar llena de vergüenza, sentirse sucia y aturdida. La culpa casi siempre estará presente. Ella puede sentirse ...