... redentivamente significa resaltar ese poderoso autocontrol que Cristo nos ha dado; Aquel que rompió las cadenas de nuestra esclavitud de pecado y que nos dio la plenitud de su Espíritu. ¡Nuestros labios pueden ser instrumentos que reflejen que hemos sido redimidos! Podemos decir «no? a las emociones y deseos de la naturaleza pecaminosa.
8. Hablar redentivamente significa tener una perspectiva de la restauración de Cristo en la relación con nuestro prójimo (leer Gá. 6:1-2). Todos podemos ser «presa» del enojo, orgullo, conmiseración, envidia, venganza, autojustificación, amargura, lujuria, egoísmo, miedo e incredulidad. Y hasta es probable que no sepamos si hemos sido atrapados por el pecado o no sepamos cómo librarnos. Es por esa razón que nos necesitamos unos a otros. Nos mantenemos en el camino del Espíritu cuando nos colocamos como uno que Dios usa para restaurar a otros. Hablar redentivamente significa abrirle paso a esa restauración para que afecte directamente nuestra relación con los demás. Todos estamos tentados a creer que la manera como nos relacionamos uno con el otro es algo que nos pertenece a nosotros. Pero San Pablo en esta Escritura nos está llamando a algo radicalmente diferente.
Esta nueva perspectiva tiene sus raíces en el reconocimiento fundamental de que las relaciones con el prójimo no nos pertenecen a nosotros sino a Dios. Cuando comenzamos a tener este enfoque en la relación con nuestros semejantes, entonces empezamos a percibir una gran necesidad de restauración a nuestro alrededor. Por ejemplo, cuando las parejas tienen desavenencias por el mismo problema una y otra vez, necesitan hacer más que maldecir el hecho de que su matrimonio no funcione y que el otro es un mentecato. Ambos necesitan descubrir dónde han sido «presas de un pecado» y responder no con exigencias sino en una manera que restaure su relación de modo que sea conformada a la imagen de Jesucristo.
9. Hablar redentivamente significa hacerlo con humildad y mansedumbre (leer Gá. 6:1 otra vez). La mansedumbre debería ser nuestra reacción ante una hermana o hermano en Cristo enredado en el pecado. Deberíamos responder con la misma gracia que recibimos de Dios. Nuestra comunicación debe fluir de tal forma que atraigamos a la gente a la esperanza que hay en Cristo.
Somos libres para proceder con mansedumbre porque sabemos que no es lo enérgico de nuestra voz, el poder de nuestras palabras, el drama del momento, la riqueza de nuestro vocabulario, la amenaza ...