... Respondemos a Dios, somos como Aquel que nos liberó, y nos convertimos en siervos suyos. Esto no erradica el sufrimiento. En la vida terrenal el sufrimiento permanecerá, pero no estamos definidos ni controlados por él. Somos siervos sufrientes que responden a Dios.
Aquí hay un consejo singular para los que sufren: caminamos por un sendero que nos insta a mirar hacia afuera, hacia Dios. ?Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra de Dios? (He.12:2). Esto por cierto no significa que ignoramos el sufrimiento, sino que el peso de la gloria de Dios hace que nuestras preguntas comiencen a cambiar. La pregunta ?¿por qué Dios no lo impidió?? se hace menos urgente y comenzamos a preguntar: ?¿Cómo puedo responder a lo que Dios ha hecho por mí? ¿Cómo puedo responder amando a Dios y a los demás?? Las preguntas de los que sufren son entonces las de todos los cristianos: ?¿Cómo puedo poner en práctica los dos grandes mandamientos de amar a Dios y amar al prójimo como a mí mismo??
Cristianos que responden a Dios y aman a otros. Para aquellos que han sido víctimas de alguien, éste es el momento de hablar sobre perdonar al perpetrador. ?No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal? (Ro.12:21). Debemos perdonar a otros así como fuimos perdonados. Como Dios nos ha tratado ?injustamente?, es decir, como nos ha amado cuando no lo merecíamos, así debemos amar a nuestros enemigos.
A veces este amor significará confrontar a la otra parte, ya sea por carta o en persona. A veces significará orar por el agresor y no perder la esperanza de que haya una completa reconciliación. A veces significará ministrar gracia y verdad a quienes están pasando por el mismo dolor. El amor de Dios puede inspirar muchas ideas creativas.
Cristianos que responden a Dios y lo aman. En la última cena Jesús les dijo a los discípulos que pronto ellos experimentarían un profundo dolor; pero que poco después del dolor habría un gozo que nadie les podría quitar, ni siquiera durante las tremendas persecuciones que iban a sufrir (Jn.16:20-22).
El más grande gozo del cristiano es Dios mismo y el hecho de que nada nos puede separar de Él. Hay gran dolor por la pérdida de un amigo o un ser querido. Incluso podría haber enojo pues la muerte es un intruso que no fue parte original de la creación de Dios. Pero al mismo tiempo hay gozo. Gozo de saber que ...