... fue un acontecimiento de gran significado teológico. Fijémonos en dos puntos. Primero, la promesa divina de redención se dio junto con una reiteración del propósito central de Dios: «os redimiré con brazo extendido? y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios» (Éxodo 6:6-7). Segundo, la redención se describe como un éxodo: «yo os sacaré?» (Éxodo 6:6).
Concusión: redención y éxodo son teológicamente casi sinónimos, y están estrechamente relacionados con el adelantamiento del plan divino de crear un pueblo especial.
El éxodo estableció un modelo que se iba a repetir más de una vez. Desde tiempos de Moisés en adelante, los temas entrelazados de redención, éxodo y pueblo especial forman parte integrante del tejido de las Escrituras. Teológicamente, constituyen h base de la narrativa bíblica. Históricamente, se observan con la mayor claridad en tres sucesos. El primero de éstos fue la liberación de Egipto. El segundo y el tercero fueron el regreso del exilio babilónico y la muerte de Cristo.
Las imágenes usadas por Isaías demuestran que el profeta consideraba el regreso del exilio como un nuevo éxodo (Isaías 40:3, 43:16-21, 48:20-21, 51:9-11). Fue un acto redentor. No obstante, se deja claro en otras partes de Isaías que pocas personas volverían a la tierra prometida y que el pueblo de Dios vendría a ser un pequeño remanente fiel (Isaías 7:3, 10:20-23, 37:4, 31-32; ver también Romanos 9:27-29).
¿Por qué sucedió así? Porque, pese al nuevo comienzo después del cautiverio babilónico, el problema básico del pecado no se había solucionado. El segundo éxodo no había cambiado los corazones del pueblo. Existía todavía un espíritu rebelde. Los de corazón arrepentido ?el remanente? eran pocos.
A la luz de estos antecedentes vemos que el propósito central de Dios no podía realizarse en la nación de Israel como tal. De acuerdo con la representación de Dios en la profecía de Isaías como el tres veces Santo, el propósito divino había de ser avanzado por la minoría piadosa dentro de la nación y por sus sucesores espirituales.
Las primeras páginas del Nuevo Testamento nos presentan algunos de estos sucesores: José y María, Zacarías y Elisabet, Simeón y Ana (Mateo 1:18-25, Lucas 1:5-2:38). Eran hombres y mujeres verdaderamente piadosos, de fe auténtica. Pero no eran perfectos. Necesitaban, al igual que todos los demás, el perdón de sus pecados. Hacía falta otro éxodo, un éxodo espiritual que resolvería de una vez ...