... el avión.
Conversamos y decidimos no desesperarnos: cuando amaneciera todo sería diferente y nuestro avión recién salía a las 11 de la mañana y aún en esa solitaria carretera llena de pozos, llegaríamos en unas dos horas.
Amaneció, se hicieron las siete, las ocho de la mañana y nadie aparecía. A veces nos parecía que veíamos un automóvil... pero eran nuestros deseos o movimientos lejanos que no llegaban hasta donde nosotros estábamos. Nos alentábamos mutuamente.
Alrededor de las 8:30 apareció un pequeño camión destartalado.
Accedió a acercarnos camino al Aeropuerto. ¡Nos llevó unos 10 Km y allí nos dejó pues debía abandonar la ruta del aeropuerto para seguir otro camino!
Eran la nueve y ahora estabamos perdiendo nuestro avión ¡no por 180 Km sino por 170!
Procurábamos no desanimados ¡pero no teníamos dinero para otros pasajes! : 9:15, 9:20, 9:22..... hacíamos cálculos... para 9:30 habíamos perdido toda esperanza de llegar a tomar el vuelo.
Alrededor de 9:45 recostado sobre el equipaje a la vera del camino comencé a decirle a mi cuñado: ?Ricardo... no entiendo bien porqué sucede esto o que lección nos quiere enseñar el Señor, hemos estado predicando, hemos orado para que el Señor envíe alguien que nos lleve y nadie ha llegado... no entiendo pero El tiene un propósito y si debemos perder el avión... que lo perdamos, no tenemos dinero pero el Señor proveerá; ¡Que sea hecha Su voluntad!.
Terminé de hablar a eso de 9:50 cuando, de pronto una mancha azul se agigantaba en el horizonte. Una camioneta japonesa se acercaba, como un relámpago, a toda velocidad. Tanta que al ver nuestras señas y pedidos, frenó y se detuvo ¡casi 100 metros mas adelante de donde nosotros estabamos!
¡Era la respuesta del Señor! dijimos...
Nos preguntó: ¿adónde van? ;
- Al aeropuerto, a tomar el avión de las 11 a Buenos Aires, respondimos.
- Yo también (dijo el hombre de la camioneta)
No nos permitió subir en la parte delantera con él, a pesar de que él viajaba sólo. Nos hizo ubicar en la parte de atrás del vehículo (la caja), la cual era totalmente abierta con sólo unos barrotes para sostenerse.
Cuando arrancó, al ver la velocidad con que conducía pensamos que perderíamos el equipaje (por la hora y la distancia no creíamos que llegaríamos a tomar el avión), unos minutos después casi perdíamos la esperanza de conservar la vida, pensando que saldríamos despedidos en el próximo ...