... muestra cada una de sus habitaciones. Naturalmente, se procura tenerla limpia y toda la ropa y enseres ordenados para dar una buena imagen a los visitantes. Hay un propósito sincero y honesto en ello: es una manera de decirte que te sientas cómodo en su casa. Conoces ya sus habitaciones, dónde está el cuarto de baño (eso es imprescindible para cualquier emergencia) o el salón.
Claro que esta costumbre puede llevar a realizar comparaciones económicas o provocar algún tipo de envidia, pero aún así a mí me gusta enseñar mi casa para que mis amigos o familiares se sientan como en la suya. Cuando soy yo el que visita, una de las cosas que me gusta contemplar son los cuadros o adornos que colocan en las paredes, aunque no entienda nada de pintura. Todo eso, el orden, la pintura de las paredes, los muebles reflejan cómo es ese hogar, cómo se vive ahí dentro, cómo son las personas y, en especial, qué ambiente refleja el matrimonio.
Es cierto que en muchos casos, la esposa es quien establece las pautas o el estilo de la decoración o la limpieza, pero conozco otros muchos casos, como seguramente usted conocerá, donde se da un equilibrio armónico entre la pareja que hace que flote en el ambiente.
No puedo dejar de pensar en el apóstol Pablo cuando al final de su carta a los Romanos dedica todo un capítulo a saludar a colaboradores y hermanos. En varias ocasiones menciona con cariño a diferentes casas donde allí se reunían los creyentes. Aquellas casas fueron la base de minúsculas iglesias que dieron paso al crecimiento más veloz de la historia de la Iglesia. En aquella época era usual las iglesias en casas. Los Hechos de los Apóstoles nos cita varias experiencias. Era lógico que las puertas de los hogares se abrieran al Evangelio como muestra de gratitud por la liberación que representaba y por el amor que se estaba experimentando. El caso de Lidia desbordó de hospitalidad hasta el punto que ?obligó? a Pablo y sus acompañantes a quedarse en su casa.
Posiblemente usted también ha experimentado como yo esta situación. Viajar a otra ciudad o país y ser recibido por auténticos desconocidos que los han atendido como si fueran amigos de toda la vida. Es un privilegio especial que otorga la acción del Evangelio. Pero seguramente también conocerá de casas que son muros infranqueables, cerrados al compañerismo fraternal, llenos de problemas y resquebrajados.
¿Recuerda la lista de matrimonios que ha escrito antes? Escriba al lado ...