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El consejero bíblico


Cómo Crecer Sin Dinero / Continuación

... la idea de pedir a todos los miembros que donasen sus alhajas de oro para reunir fondos que permitieran edificar en los nuevos terrenos un sencillo templo con otras instalaciones. Pocos días después, en la puerta del templo de la iglesia madre pusieron un gran cartel que decía: ?Done su oro para la capilla de Santa Rita?, lo que engendró los comentarios amables y risueños de toda la congregación. La gente empezó a donar generosamente su oro y en corto plazo la ansiada capilla fue una realidad, muy cerca de una estratégica autovía interprovincial. Hoy se congrega allí otra ?iglesia satélite? llena de vigor.
El misterio del terreno equivocado
En la periferia de la ciudad nacía un nuevo suburbio, muy cerca de una gran industria dedicada a la producción de tractores. Modestas viviendas de obreros y residentes de condición humilde se extendían a lo largo del cinturón asfáltico. Un fiel miembro de la iglesia resolvió donar allí un terreno para comenzar un nueva obra. Mientras era llevado el testimonio a las casas de esa comunidad, los jóvenes midieron y marcaron ese lugar, para identificarlo entre varios terrenos vecinos que aún permanecían baldíos. Luego la iglesia compró otro terreno igual, colindante, que se vendía a un bajo precio. Después, con el debido asesoramiento, varios hermanos cavaron los cimientos y empezaron la construcción de la nueva capilla. Además, pusieron allí un cartel que explicaba el destino de dicho edificio. Cuando la edificación llegaba a la altura de los techos, un desconocido, que pasaba por ahí en su automóvil, se detuvo para preguntarles: "¿Qué están haciendo? ¡Ese es mi terreno...." Nuestros albañiles, buenos cristianos, se quedaron petrificados. Era verdad. Se había cometido un error al marcar la propiedad de la iglesia...¡y ellos estaban construyendo la capilla en el terreno equivocado! Obviamente el verdadero dueño se sintió indignado. Pidió que se derribase todo lo que había sido edificado en su propiedad. Por otra parte todos sabíamos que él tenía derecho a reclamar judicialmente una indemnización por daños y perjuicios. Además, él podía denunciar a la iglesia por ocupación y usufructo ilegal de una propiedad ajena. Fue necesario orar para que se aplacase el enojo del dueño. Y así ocurrió. En pocos días él aceptó nuestras disculpas y, amablemente, nos vendió su terreno por una suma muy conveniente. ¡Otra vez el Padre Celestial cumplió sus promesas! Se reunieron los recursos. Parecía increíble, pero esa construcción ...

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