... con la hipocresía de creyentes.
Este fenómeno de la inconsecuencia que resulta de presiones humanas se puede ilustrar por el caso del reformador suizo Zwinglio (1484-1531). Al principio del siglo XVI ?desde tiempos del Emperador Constantino? que la iglesia y el estado eran dos caras de una misma moneda. Existía una sociedad sacra, es decir una sociedad unida por una común lealtad religiosa. De aquí el concepto de la iglesia territorial: todos los habitantes de una región dada habían de pertenecer a la iglesia de aquella región. La Reforma no puso en duda esta idea fundamental el símbolo más potente de este sacralismo era el bautismo de niños. Una vez bautizado, el niño vino a ser «pieza» de la maquinaria estatal-eclesiástica.
Los gobernadores civiles de la ciudad de Zurich, donde Zwinglio tenía su domicilio creían en la iglesia territorial. Consideraban el bautismo de niños como el pegamento que mantendría unida la población. El 17 de enero de 1525 promulgaron un edicto para que los padres hiciesen bautizar a sus niños bajo pena de destierro. Esta situación le planteó problemas a Zwinglio. En su corazón rechazaba el bautismo de niños. Pero su cargo público en la iglesia virtualmente imposibilitó la negativa. Además, si hubiera rehusado hacerlo, tal vez hubiera perdido su sustento.
Es evidente que Zwinglio estaba sujeto a presiones humanas. No consiguió resistirlas. Dijo una vez: «Sé que no debe hacerse.» Pero luego añadió: «Hay que practicar el bautismo de niños para que no ofendamos a nuestros prójimos. » Estaba convencido de que la Biblia enseña el bautismo de creyentes. No obstante, por temor a las consecuencias y bajo la presión de conformarse, capituló.
No seamos demasiado duros con Zwinglio. Nosotros también nos sentimos a menudo presionados. ¿Cuántas veces hemos echado por la borda las enseñanzas bíblicas porque no hemos resistido las presiones humanas?
Por ejemplo: el apóstol Pablo nos enseña que hemos de estar sujetos a la autoridad civil (Ro. 13:1-5). Esa misma autoridad fija para los automovilistas la velocidad permitida. Pero las presiones humanas nos tientan a excederla, puesto que «todo el mundo lo hace». Hay presiones similares que nos mueven a defraudar impuestos. La Biblia enseña la pureza en asuntos sexuales (1 Co. 6:15-20, 1 Ts. 4:2-5). Pero las presiones humanas, creadas por normas mundanas cada vez más laxas, nos incitan a la impureza.
Las presiones internas ?las que nacen en el ...