... único que tiene esa prerrogativa por ser todopoderoso y soberano.
Nadie ama como Dios porque somos imperfectos y egoístas. El Señor nos capacita derramando su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Romanos 5:5) y nos enseña a amar por su ejemplo. Es más, nos manda que hagamos lo mismo en todo lo que nos corresponda como sus hijos y siervos (2 Juan 6). Por lo tanto, aprendemos a amar tal como Dios nos manda a través de la Palabra, la experiencia y la práctica en el poder del Espíritu Santo. De igual manera, es nuestra responsabilidad como sus discípulos aprender a hacerlo.
Antes de considerar cómo podríamos amonestar a una persona, consideremos una precaución que debemos tener presente. Cuidado con alguien que se jacta diciendo: "A mí no me cuesta amonestar a otros, ...hasta me encanta hacerlo, donde fuere y con quien fuere". Estas palabras reflejan una actitud agresiva y altiva, que puede causar más daño y división que bien y unidad. No refleja la actitud de Cristo (Mateo 11:29; Filipenses 2:2,5). Tal persona podría prestarse a ser un arma en las manos del enemigo, en vez de instrumento de justicia en las manos del Señor.
Seamos diligentes en imitar al Señor en todo, especialmente en la preparación espiritual para confrontar a una persona que obviamente anda mal. Para lograr positivamente la amonestación y la corrección de un hermano en la fe (Gálatas 6:1), recomiendo lo siguiente:
1) No juzgar ni imaginar lo que no es evidente.
2) No ir para desquitarse o hacer sufrir al hermano.
3) En oración, pedir la dirección y sabiduría del Señor.
4) Asumir una actitud de humildad y mansedumbre.
5) Querer restaurar al hermano.
6) Tener el fin de glorificar a Dios y hacer su voluntad.
Puesto que el objetivo del amor "duro" es la restauración de un creyente, no su destrucción, hay que atacar el problema, no a la persona. Una actitud de amor nos ayuda a que el enfoque sea en el pecado en sí. Rechazamos el pecado y mal comportamiento, mientras seguimos respetando a la persona, porque es criatura de Dios y miembro del cuerpo de Cristo. El Señor acepta y ama a sus hijos (Romanos 13:10) a pesar de las fallas de éstos. Sin embargo, porque ama continúa atacando el pecado de sus hijos al disciplinarlos, y la disciplina puede llegar a ser severa y radical.
El amor con firmeza en el hogar
El error que se comete a menudo es amar o rechazar al hijo conforme a su comportamiento. A veces un padre bien intencionado ...