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El consejero bíblico


El poder del Evangelio / Continuación

... en ella, era el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento y de lo que representaban los sacrificios de los corderos y los otros animales. El entendió muy bien que con su sacrificio en la cruz, Cristo estaba pagando la deuda de nuestro pecado y sufriendo nuestra condena para que nosotros no tuviéramos que morir y sufrir la condenación eterna (Col. 2:12-15). Cristo, con su muerte y sacrificio, estaba reconciliándonos con Dios (2 Co. 5:18). Dios nos ha reconciliado consigo mismo por la muerte de Jesucristo.

Así que Pablo anduvo predicando y diciendo: «Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo» (Ro. 10:13). Cuando estuvo encarcelado en Filipos, y el carcelero le preguntó que debía hacer para ser salvo, Pablo le respondió: «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo...» (Hch. 16:31). Pablo podía decir estas palabras con denuedo y autoridad porque eran una realidad en su vida. Era una convicción personal basada en su conocimiento de la verdad y su encuentro personal con Jesucristo.

Nuestro propio encuentro con Cristo debe ser algo claro y seguro en nuestro corazón. En vez de hablar de lo que Cristo puede o vaya a hacer o de lo que hará, podemos hablar con autoridad y convicción de lo que El ha hecho en nosotros. La eficacia de nuestro testimonio está en el conocimiento de lo que dice la Biblia, y en el conocimiento personal que tenemos de lo que Cristo ha hecho en nuestra vida. Y eso es lo que este mundo perdido necesita oír.

Pablo hablaba del evangelio a cualquier persona en cualquier situación porque sabía que Cristo le había redimido, salvado, rescatado, perdonado, justificado y santificado. El resto de su vida Pablo pasó predicando y enseñando el evangelio, impulsado por lo que Cristo había hecho en su vida.

Veamos otro aspecto en Gálatas 2:20: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí». Me imagino que Pablo, cada vez que decía esto, se regocijaba en su corazón. Porque veamos lo que el evangelio tiene el poder de hacer.

El evangelio tiene poder para salvarnos no sólo de la condenación del pecado sino también del poder del pecado en nuestra vida. Si el evangelio sólo nos salvara de la condenación, sólo nos perdonara del pecado y sólo nos justificara con Dios, pero no solucionara el problema del pecado en nuestra vida diaria, ...

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