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El consejero bíblico


Conflictos en la iglesia / Continuación

... preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor». En Hch. 15:36-41 encontramos la historia del conflicto entre Pablo y Bernabé a causa de Marcos, porque Bernabé quería llevarlo y Pablo lo rechazaba. En Gá. 2:11-14 se relata otro conflicto entre Pablo y Pedro. En 1 Co. 1:10-17 se mencionan los conflictos internos en la iglesia de Corinto entre supuestos seguidores de Pablo, Apolos, Cefas y Cristo. Es decir, según se observa, en el NT los conflictos se describen con frecuencia.

Sé del caso de una iglesia que atravesó un serio problema cuando el Ministro de Música separó del coro a un hermano que cantaba mal. Pese a su buena voluntad, era un cantante desafinado, de voz fuerte, que malograba cualquier interpretación de un himno. Evidentemente, el canto no era su don. Pero él no quiso aceptar la decisión del Ministro de Música y, con toda su familia, produjo un gran disturbio en la iglesia. También sé de otro caso donde los miembros tuvieron serias desavenencias en cuanto al color con que debían pintarse las paredes del templo.
Sin embargo, todas estas cosas, aunque indeseables, ocurren en las iglesias. Son «casi normales». En vez de rasgarnos las vestiduras, sería mejor ver cómo evitar o cómo solucionar esta clase de trastornos.

Quitando las raíces viejas de amargura

En Hb.12:14-16 hay una excelente recomendación bíblica. «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura». Este pasaje contiene una adecuada fórmula para prevenir o para remediar los conflictos en la iglesia.

«Seguid la paz con todos, y la santidad» es una exhortación a evitar los enfrentamientos. Los hebreos estaban siempre predispuestos a discutir con los inconversos o los más débiles en la fe, sin entender el propósito de Dios. En vez de seguir la paz, hacían la guerra. Habían practicado la polémica habitualmente, como lo hacían cuando Pablo visitaba las sinagogas, y después de convertirse conservaban el hábito. Por eso el autor de la epístola los exhorta a seguir (en griego, dioko palabra que se usa para describir la acción de «correr rápidamente en pos de alguien») la ...

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