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El consejero bíblico


Consejos prácticos para los que no tienen empleo / Continuación

... Primero, pon tu confianza en Dios.

Si ya has depositado tu confianza en Dios al poner tu fe en la muerte y resurrección de Jesucristo, ¡fantástico! Si no es así, pregúntate: «¿Qué está tratando de hacer Dios en mi vida en medio de mi desempleo? ¿Y cómo quiere que reaccione?»

La Biblia dice: «Confía en el SEÑOR de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas» (Proverbios 3:5-6).

2. No culpes a otros por tu desempleo; tómalo como algo de Dios mismo.

Un seguidor de Jesús genuino que de repente queda «reestructurado», suspendido o despedido debería considerar ese incidente como proveniente de Dios y no de una tercera persona. Olvídense de los intermediarios. Terceras partes pueden tener responsabilidad pero que les echen la culpa es un error fútil que produce amargura.

En cambio, es imperioso considerar sus circunstancias como provenientes de la mano de Dios mismo. Observa que no dije «échenle la culpa a Dios» sino «acepten su situación como si viniera de Dios». Hay una gran diferencia.

Este patrón lo vemos varias veces en los Salmos. Los hombres fieles pueden sufrir el ataque de sus enemigos o el embate de los elementos naturales pero la constante es que ven a Dios como el soberano del universo que permitió que esas pruebas se cruzaran en su camino. «Nos hiciste retroceder ante el enemigo; nos han saqueado nuestros adversarios», clama el salmista. «Cual si fuéramos ovejas nos has entregado para que nos devoren, nos has dispersado entre las naciones. Has vendido a tu pueblo muy barato, y nada has ganado con su venta ... Todo esto nos ha sucedido, a pesar de que nunca te olvidamos ni faltamos jamás a tu pacto» (Salmo 44:10-12,17). «Has sometido a tu pueblo a duras pruebas; nos diste a beber un vino embriagador», escribe (Salmo 60:3). «Tú, oh Dios, nos has puesto a prueba; nos has purificado como a la plata», declara (Salmo 66:10). «Me has echado en el foso más profundo, en el más tenebroso de los abismos», le dice a Dios. «El peso de tu enojo ha recaído sobre mí; me has abrumado con tus olas» (Salmo 88:6-7).

Amós, profeta del Antiguo Testamento, sigue un razonamiento similar cuando escribe: «¿Ocurrirá en la ciudad alguna desgracia que el SEÑOR no haya provocado?» (Amós 3:6). El patrón continúa en el Nuevo Testamento. «Lo que soportan es para su disciplina», nos anima el autor de Hebreos, «pues Dios los está tratando como a hijos. ...

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