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El consejero bíblico


La juventud y el dinero

Explorando conceptos bíblicos financieros para enseñar a nuestros jóvenes

por Andrés G Panasiuk

En 1994 la hermana de Marcela murió en un accidente automovilístico. La joven era una madre soltera adolescente. Murió junto a su hijito de diez meses.
En 1995 Marcela, que ya había cumplido dieciocho años, recibió unos quince mil dólares como resultado de un arreglo especial en el juicio a la compañía del camión que destrozó el auto de su hermana. Con ese dinero Marcela se compró un auto importado "cero kilómetro". En menos de dos años, Marcela nuevamente fue a ver al vendedor de autos y cambió su vehículo usado por otro importado nuevo. Ahora Marcela tiene un auto deportivo rojo, importado e impecable, y una deuda de cuatro mil dólares.
¿Qué es lo que suena "raro" en esta historia verídica que acaba de leer? Dejando las consideraciones emocionales a un lado y en manos de buenos consejeros familiares, lo más obvio es que Marcela desperdició el dinero que recibió como resultado del juicio por la muerte de su hermana. Si esta joven hubiera reconocido el principio de que nada nos pertenece sino que todo lo que tenemos nos lo ha dado Dios, y nuestra tarea es la administración de esos recursos, quizás igualmente hubiera hecho alguna otra tontería ¡pero no hubiera derrochado diecinueve mil dólares en el proceso!
Cuando padres, directores o maestros de escuela nos invitan a hablar con los jóvenes, nuestra enseñanza se concentra en, por lo menos, dos principios importantes para sus vidas:

1. Reconocer que Dios es dueño y nosotros somos sus administradores

Normalmente les pregunto a los jóvenes qué harían si una tía rica les regalara quinientos dólares para su cumpleaños, y escribo lo que me digan a la izquierda de la pizarra. Las respuestas varían desde "comprar ropa, ropa, ropa..." hasta "invertirlos en un negocio para hacer más dinero", pasando por "comprarles algo a mis padres", "hacer una fiesta para mis amigos", "dar el diezmo a la iglesia", y cosas similares.
Luego les pregunto si de pronto, esta noche mientras están durmiendo, su cuarto se iluminara con una luz resplandeciente y el ángel Gabriel se les apareciera y dijera: "Dios me ha enviado a confiar en tus manos estos quinientos dólares. Tu misión es gastarlos, invirtiéndolos de la manera en que El mismo lo haría si viniera personalmente".
Esta vez escribo lo que me dictan en la parte derecha del pizarrón. Las respuestas ahora son "buscar a algún misionero ...

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