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El consejero bíblico


La juventud y el dinero / Continuación

... que necesite ayuda económica", "comenzar un ministerio", "ver si hay algo que se deba arreglar en el templo", "invertir parte del dinero para que no se acaben los fondos disponibles"... Entonces, escribo sobre la lista de la izquierda la palabra "dueños", y sobre la lista de la derecha, la palabra "administradores".
Esa es la diferencia entre creernos dueños de lo que nos hemos ganado con el sudor
de nuestra frente, y ser "administradores" de las posesiones, los dones, las relaciones y el tiempo de vida que Dios confía en nuestras manos. La Biblia afirma claramente: "De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo y los que en él habitan" (Salmo 24:1). Creernos dueños de lo que tenemos es seguirle el juego al materialismo y usurpar el trono que le corresponde a Dios en nuestra vida.

2. Aprender a discernir entre necesidades, deseos y caprichos

Necesidades: Todos tenemos necesidades básicas, y Dios creó nuestra mente y nuestro cuerpo para que ansiemos satisfacer esas necesidades. Por otro lado, la misión de las oficinas de mercadeo en los medios de comunicación social es, justamente, usar la ansiedad que sentimos por satisfacer necesidades para vendernos cualquier cosa. Por eso hemos aprendido a decir "necesito una computadora", "necesito otra radio", "necesito una cacerola más grande" o "necesito un televisor a color" cuando, en realidad, lo que queremos decir es que nos gustaría una computadora, otra radio o una cacerola más grande... pero no las necesitamos. No son parte de nuestras necesidades básicas para sobrevivir (alimento, vestimenta, salud, un techo que nos cubra, etc.). El apóstol Pablo le dice al joven Timoteo, su amado hijo espiritual: "Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto" (1 Timoteo 6:8).
Deseos: Cuando lo que queremos comprar está dentro de la categoría de necesidad
básica pero es de mejor calidad, estamos hablando de deseos. Por ejemplo, todos necesitamos comer y vivir bajo un techo, pero un plato de arroz no cuesta lo mismo que un bistec, y un departamento de dos cuartos no cuesta lo mismo que una casa de siete habitaciones con vista al mar. Debemos proveer para nuestros deseos siempre y cuando contemos con el dinero suficiente en nuestro presupuesto. Recordemos que el apóstol Pedro nos enseña que nuestro "atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable ...

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