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El consejero bíblico


Violencia familiar / Continuación

... hemos hallado gracia y vamos al encuentro de quienes la necesitan.

De igual manera, usted se encontrará con una relación entre dos pecadores y no con un monstruo sin posibilidad de redención que oprime a una inocente víctima que no necesita ser redimida. Dios estará trabajando en ambas vidas. Por lo tanto, examine detalladamente cada incidente de violencia. A menudo encontrará áreas en las que ambas partes necesitan de la gracia de Cristo para poder cambiar. Tal vez el hombre capte la mayor atención por el hecho de proceder con los puños; sin embargo, si se mira más profundamente, la mujer podría ejercer un uso hábil y perverso de la lengua de modo que incite a la violencia. Los arrebatos de violencia generalmente representan la «gota que rebasa el vaso» cuando el abuso familiar es usual en el hogar en menor grado. Rastree los pecados que ambas partes tienen en común y también las manifestaciones individuales. Su deseo es ayudar a que la pareja crezca en amor, sabiduría y paz entre sí.

El velo de la evasión

Dado que las personas violentas eluden con facilidad y crean así una sombra de confusión, usted necesita conocer el comportamiento de los violentos. El pecado es engañoso; esto es lo que enseña Jeremías 17:9. Las personas violentas no sólo no se conocen a sí mismas, sino que impiden que otros las conozcan. Para ellas es común mentir y ocultar, y a menudo elaboran patrones de engaño. Suelen ocultar lo que hacen y, en caso de fallar, tienden a restarle importancia a la gravedad del hecho. Si esto no llegara a resultarles, suelen inculpar a la persona golpeada, dando la imagen de víctimas inocentes y afligidas. De no funcionar esto último, se sumergen en la desesperación y el «arrepentimiento» para que los demás les tengan lástima. Tenga en cuenta las siguientes características del pecado, que comúnmente conforman el perfil de la persona violenta:

1. Fundamentar el acto de violencia refleja un egoísmo invasivo: Gran parte de su vida se encuentra dominada por su propio placer, sus compromisos diarios, sus deseos, sus exigencias, sus antojos. El aconsejamiento no debe permitir que los pecados que aparecen a simple vista desvíen la atención de la perversidad que sustenta un estilo de vida caracterizado por la «impiedad y los deseos mundanos». A menudo, la conciencia de pecado es superficial: puede ser que el golpeador se lamente por sus reacciones esporádicas de violencia, pero rara vez reconoce que lleva una vida egoísta ...

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