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El consejero bíblico


Cómo reconocer al hombre de Dios / Continuación

... el entrenamiento necesario para desarrollar su labor. Aunque la tarea era urgente y miles de personas perecían en todos lados por falta de obreros, se dedicó a instruir a sus discípulos. ¿Por cuánto tiempo? No pudo haber sido menos de tres años. Ireneo, discípulo del apóstol Juan, creía que fueron varios años más. Agustín opinaba igual. Durante todos esos años los doce hombres disfrutaron la instrucción personal del Hijo de Dios. Se ocuparon de su preparación para el ministerio; y ni ellos ni Cristo escatimaron el tiempo.
Whitefield fue un hombre con una sólida educación. Asistió a la Universidad de Oxford; contaba con la disciplina y los beneficios de una educación formal. Sus sermones fluían de la Palabra de Dios y de la oración, así como de una observación atenta a las necesidades de quienes lo rodeaban.

Valientes
El ministro del evangelio es llamado a un servicio duro y plagado de peligros. Debe enfrentarse a un enemigo: el pecado en todas sus manifestaciones?en el mundo y en la iglesia. Su lucha es encarnizada; el enemigo no da tregua, y la consigna de ambos lados es ¡Victoria o muerte! El ministro debe ser valiente porque el conflicto, aunque cruel y violento, muchas veces ocurre en lugares aislados, lejos del aliento y los aplausos de los espectadores que lo animen. El valiente tiene dominio propio, es sencillo, bondadoso; carece de mal genio. Jesucristo manifestó la clase de valor que se necesita.
Existe también un coraje artificial, ruidoso y orgulloso cuando no hay adversarios a la vista, pero que se esconde, como una tortuga en su caparazón, tan pronto como se avecina el peligro. El auténtico valor cristiano, al contrario se manifiesta cuanto más se acerca al peligro, y permanece callado cuando todo está tranquilo.
Whitefield fue un hombre valiente?con verdadera valentía cristiana. Ni amigos ni enemigos pudieron desviarlo de lo que consideraba el deber cristiano. Siempre se mantuvo firme, para que nadie le quitara su corona.

Prudentes
Algunas personas desestiman la prudencia, y dicen: «Dejemos las consecuencias en manos de Dios». ¿Las consecuencias de qué? ¿De nuestra imprudencia y nuestros desatinos? Dios no nos librará de ellas aunque las dejemos en sus manos. Aun cuando parezca indiferencia, Dios simplemente deja que los acontecimientos sigan su curso normal, para que sus hijos ?equivocados? reciban la disciplina. Dios no rompe la relación causa-efecto. En realidad, lo que lastima ...

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