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El consejero bíblico


Perfil del hombre a quien Dios utiliza / Continuación

... es un hombre tea. Escúchenlo bien, un hombre tea, un hombre antorcha; que alumbra, que se consume, que se gasta, que ilumina vidas, que muestra la senda al desorientado, que dice, «Este es el camino, andad por él».

«Entre los cuales resplandecéis como luminares en el mundo», afirma el de Tarso. «Alumbre vuestra luz delante de los hombres», dijo el Señor.

Pero Juan no sólo alumbraba, sino que ardía, se quemaba, se gastaba, como una vela que se enciende y alumbra; pero por el hecho de alumbrar se está gastando, se está consumiendo y termina por extinguirse. Dijo el Señor, «Y vosotros quisisteis regocijaros por un poco de tiempo en su luz», Por un poco de tiempo, una vida fugaz y pasajera.

Lectores amados, el ministerio de Juan fue un ministerio breve, muy breve; pero efectivo, más que efectivo, porque el hombre en esos pocos meses o años, se realizó plenamente. El no dejó su tarea inconclusa. Hizo lo que tenía que hacer, dijo lo que tenía que decir, vivió lo que tenía que vivir, se quemó lo que se tenía que quemar. Misión cumplida. Antorcha que ardía y se consumía.

Amado colega, Dios emplea a un hombre así. Pero sólo al hombre que está listo para darse a sí mismo en el altar del servicio. La desgracia contemporánea es que la inmensa mayoría quiere alumbrar sin arder, quiere arder pero sin gastarse, sin consumirse, sin extinguirse, y a esa gente Dios no la utiliza. No quieren gastarse, se administran, se cuidan, se aman demasiado como para darse de una buena vez y para siempre en el servicio al Señor. Pero amar a Dios es dar la vida, como Jesús quien «me amó y se entregó a sí mismo por mí». Se espera que nosotros demos de sí antes que pensemos en nosotros, y actuemos, como se dice de aquel poeta que «vivía intensamente más, mucho más que extensamente».

Juan no fue una persona que se estuvo cuidando. No era de las personas que no ponen toda la carne de una vez en el asador. La ponía toda de una buena vez en el asador. Se daba de una buena vez en cada entrega de su mensaje. Dios emplea al hombre o la mujer que está dispuesto a arder, a darse, a consumirse.

Se espera que se levanten pastores que no se pastoreen a sí mismos, que no vivamos para nosotros mismos, que no estimemos nuestra vida preciosa para nosotros mismos, que nos demos cada día, que nos entreguemos cada día, a Dios y al hombre también.

Deja de ser para que Jesucristo sea

En tercer lugar, leamos en Juan ...

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