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El consejero bíblico


Uso y abuso de la televisión / Continuación

... principios de los años sesenta, con la aparición de los primeros receptores, no pocos creyentes consideraban una falta de espiritualidad tener televisor en casa. Mirar la televisión y ser carnal eran una misma cosa. La idea de que el demonio «entraba» en las casas a través de los programas era su principal argumento. ¿Estaban equivocados aquellos creyentes de hace treinta años? Por supuesto que sí, si entendemos televisión y demonio como sinónimos. Pero su postura tenía un trasfondo correcto al entender que la televisión es un medio de penetración formidable de la forma de ser de este mundo. La secularización penetra por todos los poros de la vida del creyente y el medio televiso no es una excepción. Hoy en día es mucho más fácil tener la mente de Don Francisco o Cristina que la mente de Cristo. Es simplemente una cuestión de proporciones, de porcentajes de influencia. Si un creyente pasa tres horas diarias frente al televisor (el promedio en España en 1993 fue de 3h. 22 minutos por día, en EE.UU. 3h 45 minutos), ¿cuántos minutos recibe de influencia espiritual? No podemos, por tanto, menospreciar el argumento de la secularización. El televisor no es el diablo, ni siquiera es del diablo, pero puede llegar a ser instrumento favorito de influencia por parte del diablo. Observemos con atención las declaraciones de Lolo Rico, escritora, exdirectora de programas infantiles de TVE: «La pequeña pantalla dictamina e impone sus modelos, impartiendo criterios ?se siguen a rajatabla? sobre el mundo y la mejor manera de existir en él. Se ha convertido en la madre subsidiaria que distribuye afectos, ordena inclinaciones y asigna gustos y aficiones como es propio de la maternidad». Estas palabras cobran especial valor viniendo de alguien que conoce a fondo la capacidad de influencia del medio televisivo. La misma autora, que acaba de escribir el libro «El buen espectador» (Espasa Calpe, 1994) afirma de modo concluyente: «La televisión es el medio más manipulador y más manipulable».
Consideremos, ante todo, los valores positivos. En primer lugar, la televisión puede ser un instrumento formidable de información. Las capacidades técnicas de nuestros días son tan impresionantes que la televisión ha acabado por convertir el mundo en una «aldea global», como señalaba MacLuhan. Para el creyente esto tiene dimensión muy buena; si queremos «examinarlo todo y retener lo bueno» (1 Ts. 5:21), tal como nos exhortaba el apóstol Pablo, necesitamos buenas dosis de información. ...

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