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El consejero bíblico


La humildad en el uso de la BIblia / Continuación

... de Pablo (2 P. 3:15-16), es probable que los que vivimos casi veinte siglos después las encontremos más difíciles aun. La distancia histórica y cultural agrava las dificultades.

Leemos, per ejemplo, de los pactos que Dios hizo con Abraham, Moisés y David (Gn. 15 y 17; Ex. 19-24; 2 S. 7 y Sal. 89). ¿Cómo se relacionan estos tres pactos con el nuevo pacto? Hay aspectos tanto de continuidad como de discontinuidad entre ellos. Pero ¿quién se atreve a sostener que ha acertado en este asunto, sin errores u omisiones?

Siempre habrá más para aprender. Hace falta el estudio diligente y disciplinado, empapado de oración y en dependencia del Espíritu Santo. Pero al fin y al cabo tenemos que aceptar humildemente los límites del conocimiento humano.

3. Reconozcamos los efectos del pecado en la mente humana

La caída de Adán ha afectado toda parte de la personalidad humana. No se excluye el intelecto. Somos a menudo culpables de pensamientos torcidos porque nuestro razonamiento está bajo la influencia del pecado. El creyente verdaderamente humilde aceptará este hecho. Intentará precaverse de varias tendencias resultantes por lo que se refiere a su uso de la Biblia. Estas tendencias tienen que ver con presiones humanas, sistemas teológicos y pasajes difíciles.

a) Presiones humanas

El creyente es, por definición, una persona cuya vida ha sido transformada por el Espíritu de Dios. Ya vive bajo la influencia del Espíritu en sumisión a aquella Palabra divina que El mismo ha hecho escribir (2 P. 1:21). Además, es el Espíritu quien ilumina nuestras mentes para que entendamos la Palabra de Dios (1 Cor. 2:12). En un mundo ideal todos entenderíamos perfectamente las Escrituras con la ayuda del Espíritu; y todos obedeceríamos perfectamente las enseñanzas bíblicas siendo controlados por el Espíritu. Huelga decir que la realidad es muy diferente. Estamos sujetos constantemente a presiones humanas que nos desvían de la Palabra de Dios, a veces sin que nos demos cuenta de ello. Pecamos o por ignorancia o, lamentablemente, por terquedad, o por pura flaqueza humana. Luego nuestra mente pecaminosa suele buscar razones que apoyen nuestra postura. Por este proceso de racionalización torcemos la verdad para justificar lo injustificable.

Queda claro que las presiones humanas fácilmente dan lugar a la inconsecuencia. Nuestra conducta no armoniza con normas bíblicas, y perdemos credibilidad ante un mundo hostil que siempre se ...

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